Esa mano ya no tenía fuerzas, Roberto vio como su madre le indicaba que abriera el cajón de la mesilla. Era un trozo de madera, como un retrato, pero todo de madera.
-Quiero que lo vendas, donde quieras, en una tienda, internet, como quieras pero véndelo cuando me haya ido -fue lo último que le dijo su madre.
El Perpetuo Socorro, siempre le había impresionado, pero esa noche se veía más sombrío de lo que lo percibía de costumbre, sin duda, pensó, el sonido del tubo de oxígeno y la oscuridad de la madrugada hacía aquella noche más tétrica, y mientras pensaba esto, sonó el pitido que confirmaba la muerte, y otra vez, y otra vez…… un momento, no era eso, era el timbre de la puerta.
Estaba de nuevo en casa, en Montijo, veía las cigüeñas en el campanario de la iglesia de San Pedro a través de las ventanas, la mañana de Navidad llegaba tras ese sueño otra vez. Un año hacía desde que se apagó la luz que lo trajo a este mundo y no soportaba la excesiva felicidad, bondad, solidaridad, amor... que inundaba las calles, la radio, las tiendas, la tele, todo. Y él con toda la tristeza del mundo en su pecho.
En ese momento se dió cuenta que el timbre sonaba de nuevo. Abierta la puerta, parecía un ángel quien había estado llamando, solo llegó a escuchar:
-¿Eres Roberto?, creo que esto es tuyo.
Hacía casi un año que no veía lo que le ofrecían, ese trozo de madera otra vez, no lo podía creer, y lo rechazó, pero la chica de la puerta insistió y le indicó que oculta en su interior había una carta para Roberto:
“Querido hijo, si estás leyendo esto, es que yo tenía razón.
Nunca has creído en la bondad humana, en la compasión, el amor; además, tras mi muerte odiarás al mundo por ser tan desgraciado, y aún más en Navidad. Como digo, si estás leyendo esto será una mañana de Navidad, y junto a tí estará una persona buena que ha leído la otra carta que había en la cajita, que sabe las horas que estuviste a mi lado en mis últimos días, de los paseos que me dabas por la plaza antes de la última crisis, de lo generoso de tu corazón con los demás, de tu capacidad de no rendirte jamás por la gente que amas. Esa persona ha entendido que todo esto es mi último regalo, quiero que suavices de nuevo tu corazón, que entiendas que la bondad y el amor humano existe, y que puedes ser feliz. Esa persona sabe que mis últimas palabras pueden ser el mayor regalo que recibas. Conócela porque ella te ha regalado mis últimas palabras, y si es como pueda parecer y ha decidido entregarte esta carta como yo le pedía en la otra, merecerá la pena conocerla
Si lo haces y entiendes por fin el corazón humano, puede que tu madre te haya regalado la oportunidad de ser feliz, y quizás entiendas que gracias al amor, y esta carta es prueba de ello, siempre estaré a tu lado. Date cuenta que la Navidad no es solo regalos, telemaratones, ser bueno porque si, peliculas de Papá Noel en la tele, la iluminación de la plaza y la rambla, el arbolito de luz del atrio de la iglesia, el turrón, etc, es mucho más. En esta cama me he dado cuenta de que lo mejor que puedo hacer por ti es poder demostrarte que la gente puede ser buena en Navidad por el simple hecho de ser buena, no por ser Navidad. Si no celebras el nacimiento de Jesús, por lo menos celebra el amor que te une a los tuyos y deja de lado los rencores por unos días al menos, celebra eso hijo
Feliz Navidad hijo, vive mucho y se feliz”
La última frase la veía emborronada por la emoción que manaba de sus ojos, y miró a la chica, Ángela dijo que se llamaba, pensó en lo apropiado del nombre mientras la veía llorar emocionada. En ese momento se dió cuenta de que la carta se la había dado abierta y le ofrecía la suya para que la leyera. A medio leer la carta se percató de que estaban los dos con las manos entrelazadas leyendo las cartas y supo que posiblemente, solo posiblemente, acababa de conocer al amor de su vida…. en Navidad.
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