El premio Planeta ganado con esta obra es, a mi juicio, un justo reconocimiento a la obra de Javier Sierra. No es que no fuera un escritor reconocido, pero ese reconocimiento ha venido en su mayor parte desde el público que lo lee, o desde fuera de nuestras fronteras.
Como otras novelas suyas, esta es una obra bien documentada y que incide en los misterios del arte y los secretos y mensajes que puede esconder, como ya pudimos ver en “La cena secreta” los que la hemos leído.
También me ha parecido leer entre líneas un velado homenaje al género. A parte de la mención de uno de los mayores éxitos de las novelas de aventuras y misterios criptográficos como es “El código Da Vinci”, tenemos a un protagonista que es una suerte de experto, un misterio-trauma de éste que da pie a varios flashbacks, una acompañante en la aventura y una cierta tensión sexual entre ellos, un mentor o mentores y, finalmente, un grupo, secreto en principio, de “frustradores” como los llama en esta novela que tratan de proteger el secreto con métodos más que reprobables. Ah, se me olvidaba, también una traición y un momento en el que peligra la vida del protagonista.
En general el ritmo de la novela es muy bueno, las descripciones justas para no aburrir con demasiados detalles pero que hacen al lector transportarse al escenario, la trama consistente, y los personajes muy bien creados, y creíbles.
Nuestro héroe es David Salas, un doctor lingüista irlandés con raíces españolas y especialista en el origen y significado de las palabras. Se encuentra de vacaciones en Madrid con un encargo de examinar un libro. Nada más llegar estos planes se ven trastocados al ponerse en contacto con él una antigua amiga de la familia, escritora de éxito para más señas, a través de una atractiva joven.
Dado este pie, comienza, no sin reticencias por su parte, una intensa búsqueda de una antigua reliquia que le hará asumir su pasado y su ser interior que ha tratado de reprimir. Comienza una búsqueda de algo más que un objeto material, comienza un viaje a su interior y sus antepasados que trastocarán todo su plan de vida.
Al final quedas con la sensación de haber leído, no un libro de aventuras, si no un diario de viaje interior en busca de las fuentes de la inspiración humana, un tratado filosófico casi de lo trascendente que se esconde tras los símbolos y los signos que nos rodean; del paralelismo entre la búsqueda material de evidencias históricas y el descubrimiento interior de las motivaciones, deseos y anhelos de seres humanos de esta y otras épocas.
Es verdad que en algún punto he perdido la concentración y he tenido que releer algún párrafo; cuando esto me ha pasado, la relectura me ha revelado que había sido consciente de lo leído, que no era necesaria esa vuelta atrás, asique asumo que esas pérdidas de concentración ha tenido más que ver con una inmersión total en la lectura que con la distracción.
Como había comenzado este artículo, es un premio más que merecido a esta novela y a la trayectoria novelística de Javier Sierra.
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